Mis Crónicas Londinenses: Día 3

¡Hola a tod@s! El tercer día en Londres se presentaba nublado y parecía que por la noche había estado lloviendo ya que el suelo estaba totalmente mojado. Sin embargo, el mal tiempo no nos iba a parar. Cargamos nuestras mochilas y nos fuimos a la aventura. Hoy tocaba ir al centro, la parte más turística de la capital. Todo parecía perfecto, pero la cámara no se había cargado. El cargador se había estropeado y ahora eran los móviles los que tenían que hacer el trabajo. Sin embargo, teníamos que limitar mucho su uso ya que si abusábamos de ellos, la batería se esfumaría en nada. Así que nos dirigimos al centro sin dejar que esto nos chafara el día. Aunque hay que reconocer que es muy oportuno que la cámara, o en este caso el cargador, deje de funcionar justo el día que vas al centro. Pero en fin…

Cómo nuestro albergue se encontraba al lado de Hyde Park decidimos que éste iba a ser nuestro primer destino aunque antes paseamos un poquito por Kensington Gardens. La verdad es que hacía bastante fresquito, pero no nos importaba. Las ardillas venían a saludarnos y nos sacamos fotos con la estatua de Peter Pan o visitamos la fuente conmemorativa a Lady Di, entre otras cosas. A pesar de la neblina y de la constante amenaza de lluvia, Hyde Park y Kensington Gardens estaban llenos de gente. Yo que soy una romántica no pude evitar coger una hoja de un árbol de Hyde Park y guardármela de recuerdo en mi libretita de Oscar Wilde.

 

Paseando por Hyde Park... y con mucho frío

Eso sí no estoy acostumbrada a los carriles dedicados a las bicicletas ¡y ese día estuve a punto de ser arrollada por más de un ciclista! Es lo que tiene ser Miss Despiste. De Hyde Park nos encantó todo: su paisaje, sus lagos, sus pequeñas ardillas, su atmosfera melancólica… todo. Además, mientras íbamos avanzando por el parque veíamos cada vez más cerca el famoso London Eye. Hasta el tercer día tuvimos suerte con el tema de la lluvia, porque no había coincidido con nuestras salidas, pero esto es Londres y algún día nos iba a tener que llover. Solamente esperaba que no lloviese mucho pero sí que llovió durante un buen rato. Lo bueno es que no fue una lluvia fuerte y eso se agradece. Nos refugiamos en la estación de Victoria y allí nos comimos nuestros bocadillos. Al poco rato dejó de llover y nos volvimos a poner en marcha. Fuimos paseando por varias calles hasta llegar al palacio de Buckingham. El palacio estaba lleno de turistas y nosotras nos sacamos varias fotos con el palacio de fondo. Obviamente no había cambio de guardia, pero uno de los soldados que se encontraba en el patio del palacio estuvo desfilando durante un buen rato. Mi hermana lo grabó porque le pareció adorable. No sé si lo hizo por la gente que estaba allí, pero si ése fue el motivo le quiero dar las gracias porque nos encantó. Ya sé que no va a leer esto (o sí quién sabe), pero desde aquí mi hermana y yo se lo agradecemos mucho.  

 

Después de estar unos minutos observando la zona decidimos ir a St. James Park. ¡Qué parque más bonito! De los tres es el que más me gustó. Llamadme ñoña o tonta, pero si antes he dicho que me gustaba la atmosfera melancólica de Hyde Park, St. James la duplicaba. Me quedé maravillada, en serio. ¡Tengo muchas ganas de volver! 

Cuando salimos del parque veíamos como el London Eye se iba haciendo cada vez más y más grande. Pero antes de ir hacia allí, visitamos Trafalgar Square y ya de paso, compramos unos regalitos. Me quedé con ganas de ir a la National Gallery, pero otra vez será. Recuerdo que por esa zona había un teatro y en cartel estaban Jude Law y Ben Whishaw. ¡Me los llego a encontrar y me da algo!

Unos minutos más tarde llegamos a la zona del Big Ben. Cuando lo vi no me lo podía creer. Después de tantos años soñando con estar ahí por fin mi sueño se cumplía (aunque ya había visto el Big Ben a través del bus que nos llevaba a Victoria Station el primer día aunque obviamente no es lo mismo). Me quedé en shock y no reaccioné. Aunque mi cara de tonta me delataba. Después decidimos ir a un Starbucks (otra vez) para merendar un poco antes de subir a la famosa noria. Nuestro pedido fue una tarta de zanahoria con un chocolate calentito. Y entonces… nos subimos al London Eye. Mi hermana tenía miedo por el vértigo (cuando planificábamos el viaje me llegó a decir que no pensaba subir) pero la verdad es que lo llevó muy bien y disfrutó bastante. Toda la ciudad se mostraba ante nuestros ojos y de noche es preciosa.

Cuando bajamos decidimos dar una pequeña vuelta por esas calles y unos minutos después cogimos el bus que nos llevaba de vuelta a casa.

Cuando regresamos fuimos a cenar con los chicos que conocimos el día anterior a un restaurante asiático que había al lado del albergue y la cena estaba buenísima. Al regreso empezamos a conocer un poco más a las personas que compartían habitación con nosotras. La mayoría eran españoles, de nuestra edad y nos contamos varias anécdotas. Nosotras tuvimos muchísima suerte con la habitación que nos tocó ya que la gente era majísima y muy respetuosa. Sin embargo, conocimos a unas chicas que no tuvieron tanta suerte. Resulta que en su habitación había una mujer un poco rara. Ésta no salía de su habitación en todo el día y meditaba de una manera un tanto extraña. Les llegó a decir que si alguien picaba a la puerta seguro que era su amigo imaginario. ¡Qué miedo! Me llega a pasar eso a mí y no duermo tranquila. Además, por la noche se ponía a gritar y no pegaban ojo… En serio, nosotras tuvimos una suerte inmensa.

Nuestro día había acabado muy bien a pesar de la mala suerte con la cámara. La verdad es que no quería que se acabara nunca pero ya solo nos quedaban dos días enteros en la ciudad. En la próxima entrada nos esperan Covent Garden, el Soho y Bloomsbury entre otros…

 

¡Feliz fin de semana!