Promesas crueles, de Rebecca Ross
Esta entrada contiene spoilers del final de Rivales divinos
¡Hola, chic@s! Los
eventos transcurridos durante el desenlace de Rivales divinos fueron catastróficos para Iris y Roman, ya que
ambos se vieron separados en contra de su voluntad debido al brutal ataque de Dacre y sus tropas. El futuro de la pareja quedó en el aire y los lectores nos preguntamos
si los caminos de los dos personajes volverían a entrelazarse. Promesas crueles, su segunda parte, arranca
unos días después de los hechos que presenciamos en su primera entrega y, tras
haber llegado a su final, puedo decir que la espera ha merecido la pena.
Rivales
divinos fue una lectura perfecta que me ayudó a desconectar
muchísimo del día a día y Promesas
crueles ha vuelto a cumplir con este objetivo a la perfección. En esta
secuela, Rebecca Ross vuelve a atraparnos sin ningún problema gracias a la
fuerza de Iris y Roman, sus dos protagonistas. No es ningún secreto que ambos tienen un gran
carisma, pero lo que realmente te hace conectar con ellos es el crecimiento que
experimentan a lo largo de los dos libros. Su evolución es maravillosa y su
épica historia de amor tampoco se queda atrás. Su romance es precioso, sin caer
nunca en lo remilgado, y está lleno de pequeños detalles que quedan plasmados a
través de gestos o miradas que visualizas a la perfección y con los que es
imposible no sonreír. El resto de personajes, que también son antiguos
conocidos, vuelven a encandilar al lector, pero no me gustaría pasar al siguiente
apartado sin antes mencionar a Enva y Dacre. La historia de la guardiana
celestial y el guardián del inframundo estuvo muy presente durante Rivales divinos (a pesar de no aparecer prácticamente
en escena) y esto hizo que no dejara de imaginarme cómo serían y de qué serían
capaces. Esto cambia en Promesas crueles porque
ambos personajes se materializan y su representación es fantástica. El
personaje de Dacre es una joya porque su maldad asusta pero a la vez hechiza,
es magnética, y su retorcida belleza seduce a pesar de saber la oscuridad que la
envuelve. El guardián del inframundo es imprevisible, brutal, y su figura es
arrolladora. Por otro lado, Enva aparece menos que Dacre y, aunque despierta un
gran interés en el lector, no tiene el protagonismo de su rival, un hecho que
le ha restado potencia.
Con esta segunda entrega, Ross ha creado una trama que engancha desde el principio. Recuerdo que no podía parar de leer porque quería saber qué iba a pasar con Iris y Roman, y en cada página anhelaba ver su ansiada reunión. Mientras esperamos a que esto ocurra, la autora aprovecha para exponernos la historia de Dacre y Enva y las consecuencias de su guerra. En Rivales divinos ya podíamos intuir la interesante mitología que se escondía detrás de la historia, pero en esta segunda parte la vemos en todo su esplendor. Esta mitología le suma puntos a la novela, pero también lo hace la pluma de su autora porque Ross juega con nosotros hasta el final. ¿Hay final feliz o no? ¡No bajé la guardia hasta sus últimas páginas!
Promesas
crueles es una historia de amor y fantasía estupenda porque
entretiene y emociona. Es una bilogía que puede presumir de tener una historia y unos
personajes muy bien construidos y es imposible no encariñarse de Iris y Roman. Ahora
que he llegado al desenlace no puedo evitar pensar que esta novela tiene tramas
que merecen tener su propio libro porque, por ejemplo, quiero saber mucho más
acerca de la historia de las tres Alondras y sus dueñas o de la experiencia de Forest
en la guerra. Aunque ahora que lo pienso, también me encantaría ver plasmado el
matrimonio de Enva y Dacre. Sí definitivamente esta novela está llena de
historias que merecen ser desarrolladas.
¡Hasta la próxima!
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