Tengo un nombre, de Chanel Miller
Me llamo Chanel. Soy una víctima, no me
da reparo utilizar esta palabra, pero sí creer que eso es todo lo que soy. Sin
embargo, no soy “la víctima de Brock Turner”. No soy su nada. No
le pertenezco.
¡Hola, chic@s! Hace un
tiempo vi en televisión un caso de violación que conmocionó a Estados Unidos
debido a la indignante pena de prisión de seis meses que el agresor, Brock
Turner, había recibido por parte de la Justicia. Esta noticia venía acompañada
de las no menos denigrantes declaraciones del padre de este en las que afirmaba
que no podían destrozar la vida de su hijo por 20 minutos de acción. Turner
era un joven rubio y de ojos azules que había conseguido una beca universitaria
y aspiraba a competir en las Olimpíadas. En otras palabras: una joya de hijo y
un modelo a seguir. Lo sabíamos todo de él, pero ¿y la víctima? En este caso,
ella permaneció en un segundo plano para que nadie tuviera acceso a su
identidad, ya que esta debía ser protegida, y esto hizo que, al no conocerla,
muchos de nosotros acudiéramos al clásico patrón que asociamos a la víctima de
violación en la que esta es representada por una mujer que yace en el suelo con
la ropa hecha jirones y su cuerpo y rostro magullados. Es una imagen que adjudica
una gran despersonalización de la víctima porque no le atribuimos ningún tipo
de rostro o personalidad, sin nombrar la historia que trae con ella. Su voz es
anulada mientras que la de su agresor es escuchada. El atacante es una figura
que podemos ver e identificar y que incluso podemos llegar a humanizar (que es la imagen ejemplar que
intentaron vendernos de Turner), pero la de ella no. Así que hoy os traigo Tengo
un nombre, de Chanel Miller, la mujer que tuvo la desgracia de cruzarse con
Turner aquella noche y que nos relata cómo vivió su agresión y todo el proceso
que vino después, pero también nos descubre algo muy importante que a veces
olvidamos: quién es ella.
No sé cómo lo viviréis vosotros, pero a mí se me llevan los demonios cada vez que veo en televisión o leo en prensa lo poco (y mal) que se castiga la violencia contra las mujeres. Cuando hablamos de una agresión sexual, pensamos que la única pesadilla es la violación en sí, pero después de esta otro temor empieza a ganar terreno cuando la mujer que ha sido agredida se convierte en el centro de atención y debe demostrar que es una buena víctima para que, de esta manera, su atacante pueda tener un castigo ejemplar.
Chanel Miller, nuestra
protagonista y heroína de carne y hueso, era una chica normal y corriente que una
noche acudió a una fiesta universitaria con su hermana y unas amigas. Bebieron
y bailaron pero, en un período muy corto de tiempo, Chanel desapareció de la
fiesta para posteriormente ser encontrada inconsciente, medio desnuda y al lado
de un contenedor de basura. A partir de aquí empieza su calvario, ya que,
además de la agresión, la joven deberá hacer frente a varios conflictos que no
esperaba tener que experimentar, como los miedos y traumas que empieza a
desarrollar, y que trastocarán su vida en todos los sentidos. Chanel ya no es
la chica que era antes y ahora tiene que descubrir esta nueva versión que convive
con ella día y noche. Durante mucho tiempo la joven es conocida como Emily Doe,
un pseudónimo que es usado para proteger su identidad, pero que también la define
como víctima, y esto hace que su vida se parta en dos. Por un lado, está Chanel
Miller, la chica tímida y amable que se licenció en literatura y que le encanta
escribir, dibujar y el teatro; y por otro, tenemos a Emily Doe, la víctima de
violación de la que todo el mundo habla pero que nadie conoce. ¿Quién es
realmente? ¿Hay un punto intermedio entre estas dos personalidades? ¿Emily ha
matado para siempre a Chanel? Esta lucha crea en la joven una gran confusión,
ya que ella se considera mucho más que una víctima, pero en esta nueva etapa de
su vida todo parece girar exclusivamente alrededor de Emily.
La maravillosa y valiente Chanel Miller. Fuente: TELVA |
Por otro lado, en estas
memorias no solo vamos a ser testigos del viaje de lucha y superación personal de
Chanel, sino también del de la estigmatización de la víctima. ¿Cómo se hace
esto? Pues muy sencillo: se estudia a fondo la vida de la agredida y se juzgan
todos sus movimientos. Esto, una vez más, crea una gran angustia en la joven ya
que su credibilidad como víctima está en juego. Una buena víctima de
violación no debe sonreír,
ni irse de vacaciones; tampoco es muy recomendable que se reincorpore a su
puesto de trabajo / estudios o retome su vida social porque entonces puede que
el ataque no haya sido tan horrible como ella lo ha narrado (¡o puede que ni
siquiera haya ocurrido!). En definitiva, no tiene derecho a rehacer su vida y la
opción más comprensible es que se
deje consumir por el dolor. Por lo tanto, y como podéis ver, estos
comportamientos revelan el machismo que todavía existe en nuestra sociedad y que,
a pesar de los esfuerzos, se resiste a ser erradicado. Sin embargo, este mundo también tiene su lado bueno y esto quedó demostrado cuando Chanel decidió hacer pública la carta que le escribió, y posteriormente leyó, a su agresor momentos antes de hacerse pública su condena. En ella relató todo su sufrimiento y cientos de miles de personas se hicieron eco de sus palabras, llegando incluso a la Casa Blanca. Emily Doe se convirtió en una gran e inesperada heroína que todo el mundo acogió en sus brazos, sin saber en ningún momento quién era ella, y con su relato dio voz a miles de mujeres que se encontraban en su misma situación.
Puedo asegurar prácticamente sin miedo a
equivocarme que después de la agresión sexual ella intentó seguir con su vida
normal. (…) Intentó creer que seguía siendo la misma. Intentó seguir adelante
hasta que las piernas no le respondieron. Todas las mujeres que hablaron lo
hicieron porque llegó el momento en que no podían vivir un día más de la vida
que intentaban construir. Por eso se dieron la vuelta, despacio, para
enfrentarse a la situación. La sociedad cree que vivimos para perseguir al
agresor, cuando en realidad vivimos para vivir. Nada más. Él trastocó
completamente esa vida y las víctimas intentamos seguir adelante pero no
pudimos. Cada vez que aparecía una nueva superviviente, a la gente le faltaba
tiempo para preguntar: <<¿Qué es lo que busca, por qué ha tardado tanto, por qué
ahora, por qué no entonces, por qué no ha sido tan rápida? >>. Pero el dolor no tiene un plazo de
vencimiento. Si ella se atreve a dar la cara, ¿por qué no le preguntamos cómo
pudo vivir con ese dolor tanto tiempo? ¿Por qué no preguntarle quién le enseñó
a mantenerlo oculto?
Se suele acusar a las víctimas de buscar
venganza, pero la venganza es un motor muy pequeño. (…) No luchamos por tener
un final feliz. Luchamos para decir: <<no puedes>>. Luchamos para pedir responsabilidades.
Para sentar precedente. Luchamos porque rezamos por ser las últimas en sentir
ese tipo de dolor.
Tengo
un nombre son unas memorias durísimas e impactantes, pero al mismo tiempo muy
conmovedoras, que nos revelan el camino y la sanación que una víctima de
violación recorre después de un suceso tan trágico y traumático. En esta
historia hay oscuridad, pero también esperanza, y esto hace que su mensaje sea
muy potente. En este libro no solo descubriremos a Chanel y todo lo que tuvo
que vivir, sino que también encontraremos un análisis demoledor de la sociedad
y de lo mucho que aún nos queda por recorrer. Estas memorias son
imprescindibles, uno de esos libros que se quedan contigo para siempre, y que
tendría que ser de lectura obligatoria para todo el mundo. Esta es una historia
nacida de la tragedia, pero que está destinada a producir en nosotros el gran
cambio que esperamos. No la dejéis pasar.
¡Hasta la próxima!
Página de Facebook: El blog perdido de Laura
Instagram: laura_lamiel
¡Hooola!
ResponderEliminarSin ninguna duda tengo que leer este libro, aunque va a ser muy duro. Ya no es solo la agresión sexual en sí sino todo lo que viene después: todo el proceso judicial y lo poco protegida que se encuentra la víctima en estos casos. Que horror. Por cierto, la frase del comienzo me ha encantado, desde luego impacta ^^
¡muchos besos!
¡Hola, Irene! Tengo un nombre es un libro duro, pero muy necesario. Estas memorias están llenas de citas memorables, pero si las hubiese incluido habría necesitado una entrada aparte ja,ja,ja. Chanel es admirable, una mujer muy valiente, y con su historia descubrimos (aunque por desgracia ya lo sabemos) la brutal misoginia que todavía habita en la sociedad. Te animo a que te hagas con él porque su lectura no defrauda y deja huella.
Eliminar¡Un beso muy grande, Irene!
¡Menuda joyita ese Turner!!! Y seis meses de prisión... ¡madre mía! casi total impunidad a cambio de una vida totalmente destruída, también me comen los demonios, Laura, me da una rabia...
ResponderEliminarY luego está lo de la estigmatización, algo que ocurre en víctimas de cualquier tipo de violencia de género, es vergonzoso (sin ir más lejos, lo que está pasando con el documental de Rocío Carrasco, que lo estoy viendo, es tan duro todo lo que esta mujer ha tenido que vivir), que encima de haber vivido tu drama personal, tengas que guardarle el luto a ese drama y demostrar ser una perfecta víctima enlutada, indignante.
En fin Laura, que me parece una lectura interesantísima dentro de su crudeza, muy a tener en cuenta. No la conocía, ni lo ocurrido con ella
Un beso!!
¡Hola, Marian! Al final Turner solo cumplió 3 meses de prisión por buen comportamiento...
EliminarSí que estoy siguiendo la docuserie de Rocío Carrasco y me indigna muchísimo cómo la están tratando algunos medios y algunas personas anónimas. Estamos ante una historia de violencia machista y veo que la comprensión y la empatía que tienen por Rocío es totalmente nula. Presumimos mucho de que hoy en día el machismo que había antes ya no existe, o se ha suavizado, pero estoy leyendo comentarios que me hierven la sangre (tanto por parte de hombres como de mujeres). Parece que una víctima no tiene derecho a contar su historia (cómo, dónde y cuándo quiera) ni tampoco de seguir con su vida. Es lo que decía en la entrada: una víctima tiene que estar hundida en la miseria para que la crean. Por desgracia, el caso de Rocío Carrasco no es el único y con temas como estos te das cuenta de la poca calidad del ser humano.
¡Un beso muy grande, Marian!