Frankenstein, de Mary Shelley

 


¡Hola, chic@s! La primera vez que leí Frankenstein, de Mary Shelley, tenía 14 años y recuerdo que me dejó indiferente. Fue una de las lecturas obligatorias del instituto, más específicamente de la clase de catalán, y aunque la empecé con muchas ganas, no dejó ningún poso en mí. Han pasado más de dos décadas y nunca me había vuelto a interesar por la novela, pero debido al incipiente estreno de la adaptación cinematográfica de Guillermo del Toro, decidí darle una nueva oportunidad y esta vez la experiencia ha sido totalmente diferente.

Frankenstein nos narra la historia de Víctor Frankenstein, un científico decidido a crear vida (en otras palabras: a un ser humano) a través de diferentes cadáveres. Los resultados no son los esperados, así que el joven protagonista decide abandonar a su criatura, un ser desamparado y rechazado por la sociedad debido a su aspecto, sin importarle su futuro y los difíciles obstáculos que a este le esperan en el camino. Sin embargo, lo que ninguno de los dos sabe es que sus destinos han quedado unidos de manera irremediable y ambos estarán marcados por la tragedia.

La relectura de la novela de Mary Shelley ha sido un gran redescubrimiento porque ahora sí que he podido apreciar su gran magnitud. Es un libro monumental y catalogarlo simplemente como novela de terror sería quedarse corto debido a todos los temas que toca. La autora crea una trama en la que el gran reclamo es la criatura, y con ella se incluye esa sensación de terror que esperamos que despierte en los lectores, pero Shelley también nos regala una historia que nos advierte de las consecuencias que puede haber cuando el hombre se cree más listo que la naturaleza. Aquí es cuando entran en escena el orgullo y la soberbia y las fatales consecuencias que pueden tener sobre nosotros cuando nos ciegan por completo y no nos dejan ver el horror de nuestros actos. ¿Dónde está el límite? Nos encanta jugar a ser Dios, y actualmente estamos viendo en el mundo a muchas personalidades metidas de lleno en este juego, pero sabemos que tarde o temprano los delirios de grandeza acaban mal. Por otro lado, también tenemos el tema de la soledad, que encarna muy bien la criatura de Frankenstein, y cómo esta puede hacer mella en nosotros. ¿Un monstruo nace o se hace?

Mary Shelley relata esta novela de forma epistolar y desde los puntos de vista del científico y la criatura, para que así tengamos una perspectiva mucho más amplia y justa de los acontecimientos. Su prosa es elegante y profunda y en todo momento te invita a la reflexión. Asimismo, la autora tenía un mundo interior enorme y te maravillas por su gran elocuencia y sabiduría. La edición que he leído contiene la versión de 1818 y esta está compuesta por el borrador original que elaboró la escritora, sin cambios ni modificaciones, así que es Mary Shelley en estado puro.

Si nos centramos en el género de la obra, esta no se centra solamente en uno sino que en ella vemos la presencia de la literatura gótica (debido a, entre otras cosas, sus escenarios oscuros, el sentimiento de culpa, el presentimiento de una tragedia inevitable y el horror), pero también abraza el romanticismo (remarcando la soledad de los personajes, sus sentimientos y la fuerza de la naturaleza). Al mismo tiempo, Shelley también nos ofrece una historia filosófica y de ciencia ficción. Por lo tanto, ¡esta novela no puede ser más completa!

Frankenstein es un libro que no deja de deleitarte página tras página debido a la maestría de Shelley con las palabras. La escritora mezcla diferentes temas de manera extraordinaria haciendo que todos ellos encajen a la perfección y, al mismo tiempo, te implicas mucho en la trama al no poder parar de reflexionar acerca de los actos de los protagonistas. ¿Cuándo cruzamos la línea que separa lo moral de lo inmoral? ¿Es la infame criatura el villano de esta historia o, en cambio, lo es su creador? La novela de Mary Shelley es una obra maestra redonda, un clásico entre los clásicos, y es una de esas lecturas imprescindibles que se deben leer, al menos, una vez en la vida.

¡Hasta la próxima!

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