El Titanic, el Titán y su poesía macabra
Fuente: Revista Mercado |
¡Hola, chic@s! Esta
semana el mítico Titanic ha vuelto a ocupar la primera plana informativa debido
a que el Titán, un sumergible de la compañía OceanGate que se dirigía a visitar
sus restos y el cual llevaba a 5 ocupantes a bordo, desaparecía al igual que él
en las profundas y oscuras aguas del océano Atlántico. Durante días esta
noticia ha mantenido en vilo a medio mundo, y muchos eran los que esperaban un
final feliz, pero no nos engañemos, ya que ahora que ha pasado todo y tengo una
perspectiva mucho más clara de lo ocurrido, pienso que un rescate satisfactorio
en todos los sentidos era prácticamente imposible.
La entrada de hoy no
está protagonizada por ninguna película, serie o novela. Más que nada es un post en el que
quiero plasmar mis reflexiones acerca de esta tragedia que, si observamos bien,
esconde una poesía macabra a su alrededor que es difícil de ignorar.
El Titanic es, sin duda
alguna, el hundimiento más famoso de todos los tiempos. Ha habido otras
tragedias antes y después de él, por supuesto, pero la historia de este buque tiene
tal fuerza y magnetismo (la película de James Cameron no hizo más que agrandar
su leyenda), que todo aquel que decide investigar su legado queda atado a él de manera irremediable y para siempre. Cuando ves el Titanic no
solamente estás observando un barco en
desgracia sino que estás viendo a las miles de personas que subieron a bordo.
Algunas consiguieron huir de él aquella fatídica noche de abril de 1912, pero
otras se hundieron junto al pecio y desde entonces duermen en las profundidades
del mar. El interés que sentimos por él nunca acabará debido a su factor
humano y estoy segura de que en el futuro surgirán nuevos relatos que harán que
nuestro lazo con el transatlántico sea todavía más fuerte.
Esta semana la fatalidad
del sumergible de OceanGate me ha llevado a valorar y recordar ciertos puntos
que, irónicos o no, me han enseñado que, a pesar de los 111 años que nos
separan del hundimiento, el ser humano ha cambiado muy, pero que muy poco.
La
arrogancia del hombre
El RMS Titanic fue la
sensación de su época y la fama que tenía, incluso antes de su primer y único viaje oficial, no era nada humilde,
ya que se decía que estábamos ante un barco insumergible. ¡Las expectativas
eran altísimas! Su construcción fue gracias a la mano del hombre y fue un gran triunfo; por lo tanto, era bastante predecible que el éxito se les subiera a la
cabeza. El Titanic, en teoría, no lo podía hundir ni Dios y el hombre, absorto
ante su gran hazaña, se sintió indestructible. Sin embargo, la naturaleza le
paró los pies a esa creciente prepotencia y un iceberg se encargó del
cataclismo del buque. Antes de esto, parecía que el Titanic iba a ser la puerta
que se abriría y nos introduciría a un nuevo y mejor mundo, pero todo fue una
cortina de humo porque después vinieron dos guerras mundiales o el crack del 29,
entre otras cosas. Por lo tanto, podríamos decir que el Titanic fue una
fantasía de lo más efímera. Más de un siglo después la historia se repite, pero
esta vez con un sumergible que se dirigía a ver sus restos y que contaba con
más de una irregularidad. Sin embargo, en esta ocasión el hombre se vuelve a
creer el más listo y el más imparable, (y si a esto le añadimos poder y dinero,
como ha sido el caso, ya ni os cuento), pero debemos recordar que no podemos ir
contra natura, porque tarde o temprano las cosas acabarán mal y este ha sido un
gran ejemplo de ello.
La
soberbia nunca ha sido buena
Siempre se ha dicho que
la velocidad fue una de las razones por las que el Titanic se fue a pique.
Estábamos ante un barco todoterreno que podía con todo, ¿así que por qué no
podía llegar antes de lo previsto a su destino? Esto dejaría a todo el mundo
con la boca abierta y, además, sería una publicidad asombrosa. Sin duda alguna, tocarían
el cielo, pero todos sabemos el destino que tuvo el barco. Una vez más, el
orgullo desmedido del hombre acabó en desastre y parece que, en esta ocasión,
se especula con lo mismo. Aún estamos en una fase muy temprana de la
investigación y seguramente saldrán nuevos datos durante los próximos días,
pero la hipótesis número uno se centra en que la implosión del barco fue provocada por el
aumento de la velocidad, una decisión que fue fatal para el sumergible al no poder
aguantar la alta presión. ¿Por qué se aumentó la velocidad? ¿Se quería
impresionar a los tripulantes que se encontraban en él? Nunca lo sabremos, ¿o
sí?
.
La
diferencia de clases
La película de James
Cameron ilustró muy bien las diferencias que había entre primera y tercera
clase y cómo el primer grupo miraba con desdén al segundo (aunque había excepciones,
por supuesto). Días antes de la desaparición del Titán, Grecia fue testigo del
hundimiento de un pesquero que llevaba en él a cientos de migrantes. Se rumorea
que unas 600 personas murieron, pero los medios que se usaron para su
rescate y la atención que este merecía no son nada si los comparamos con todo lo que recibió,
y sigue recibiendo, el Titán. Estas dos historias nos siguen confirmando que el
dinero es el que manda y que las personas sin recursos sufren una
deshumanización importante.
Conexiones
que van cerrando el círculo
Este último apartado
debería permanecer en puntos suspensivos, ya que estoy convencida de que habrá más
historias que saldrán próximamente y que irán creando una red importante de conexiones entre ambas desgracias. De momento tengo dos, pero repito que sé que habrá
muchas más. Hace muchos años el escritor Morgan Robertson escribió un libro que
llevaba por título El hundimiento del
Titán y que narraba el hundimiento del Titanic. Muchos de vosotros estaréis
pensando que aquí no hay nada raro y que es simplemente un hombre que decidió
crear un relato de ficción basado en hechos reales. Pero amigos y amigas, no
pondría este dato si no fuera porque este librito fue escrito en 1898, ¡14 años
antes del hundimiento! ¿Lo de Robertson fue una premonición? No lo sé, pero me
parece fascinante cómo su libro es un calco prácticamente exacto del hundimiento (incluso incluye el
problema de los botes salvavidas). Sin embargo, aquí no está precisamente la
coincidencia que quiero recalcar, porque por cierto, ¿recordáis el nombre del sumergible?
Efectivamente: Titán.
Para cerrar el círculo,
y también la entrada de hoy, uno de los tripulantes del sumergible era Stockton
Rush, director ejecutivo de la compañía y el piloto que comandaba el sumergible
en su último viaje. Rush murió junto a los otros tripulantes, pero su historia
estaba irremediablemente unida al Titanic desde hacía años, ya que su esposa,
Wendy Rush, es la tataranieta de Ida e Isidor Straus, un matrimonio que murió
en el Titanic. Hasta aquí puede que sus nombres no os suenen de nada, pero
ambos salen brevemente retratados en la película de Cameron. Su aparición dura
unos segundos, pero es una de las más recordadas de la película, y todo un
homenaje, ya que ambos son la pareja de ancianos que permanece abrazada en su
cama mientras el agua se va tragando al barco. Hechos como este me hacen pensar
si estamos ante una coincidencia o todo es obra del destino.
La tragedia del Titán
me ha hecho pensar nuevamente en el Titanic, ya que este último siempre ha sido
una obsesión para mí. La culpa de todo la tiene la película de James Cameron,
pero gracias a ella he conocido historias que me han conmovido muchísimo y que
me han enseñado la parte buena y mala del ser humano. El desastre del Titán nos
vuelve a recordar que el ego no es nada bueno,
pero también hay que recalcar nuestra fascinación por las catástrofes. Todas
son trágicas, pero al mismo tiempo algunas conservan una belleza y un romanticismo
inexplicables que nos atraen como imanes y el Titanic es una de ellas.
Esta entrada ha sido
escrita sólo unos días después de la confirmación de las muertes de los 5
tripulantes del Titán, pero habrá muchas más noticias que saldrán a la luz; por lo tanto,
estamos ante una historia que todavía tiene que ser escrita para poder darle un
final. No obstante, y ahora que lo pienso, el Titanic reposa en las
profundidades desde hace más de un siglo, pero su historia se sigue escribiendo y,
muy importante, reescribiendo. Parece que esta no tiene fin. ¿Le ocurrirá lo
mismo al Titán?
¡Hasta la próxima!
¡Hola Laura!
ResponderEliminarjuraría que ayer te dejé un comentario, pero no lo veo (no te extrañe encontrártelo en el spam del blog, a mí últimamente me pasa mucho que me encuentro comentarios que nuestro querido blogger mete allí ¿porqué??? eso es un misterio que nunca resolveremos, jeje)
Te decía que me encanta esta reseña tan distinta y peculiar que nos traes. Recuerdo vivamente el día que vi el Titanic de Cameron, en el cine veraniego de mi pueblo, y la llorera con la que salí del cine. Después la he visto alguna vez mas.
Todas tus reflexiones son tal cual, el hombre es arrogante y la arrogancia puede llevarle a la destrucción. El hombre se cree muy listo y si encima tiene dinero que le sobra...
Me dio pena saber de la muerte de estos 5, pero fue una absurda tontería meterse en algo así, poner en riesgo su seguridad, cuando era evidente que garantías de seguridad y de que todo llegara a buen puerto, pues no habías demasiadas. Yo nunca me creí que hubiera posibilidades de encontrarlos con vida.
Lo de la diferencia de clases es algo que me sigue dejando anonadada cuando escucho noticias cada día de muertes en el océano de gente en pateras o de migrantes. Sigo sin entender porque se les deja morir, tanta deshumanización me horroriza.
Que curioso lo del marido de Wendy Rush, y esa conexión con el Titanic a través de la familia de su esposa..., quien le iba a decir a él y a ella que iba a terminar de esta forma, de una forma tan similar y Titánica
En fin, que me ha gustado mucho leerte
Besos
¡Hola, Marian!
EliminarMira, Blogger me tiene muerta porque hace y deshace a su antojo. Tendré que dedicarle una entrada a este misterio jejeje.
No vi Titanic en el cine, la vi cuando salió en VHS y me encantó. Desde entonces estoy obsesionada con el barco y su historia y cuando vi lo que había ocurrido con el Titán no me lo podía creer.
Dudaba mucho en si escribir esta entrada o no, pero cuando pensaba que no era necesario la historia volvía a mí y acabé rindiéndome.
El suceso del Titán ha vuelto a remover muchos temas que podrían dar para más de un debate. En cuanto a que era una locura viajar hasta ahí, estoy completamente de acuerdo, pero al mismo tiempo hay personas que no ven el peligro, a pesar de saber lo que hay, y el sentimiento de aventura va por delante.
¡Un beso!